La expansión de la revolución industrial provocó que algunos países
europeos y Estados Unidos se convirtieran en desarrollados, es decir, con
una economía basada en la industria. Necesitaban materias primas muy
diversas –como algodón, caucho, hierro y fuentes de energía,- muchas de
las cuales no se encontraban en su propio país. Por otra parte, la población
en esos países había crecido mucho y requería alimentos. La búsqueda de
territorios que se los proporcionaran fue uno de los motivos de la expansión
imperialista.
La competencia entre países industrializados llevó a que el mercado
consumidor se saturara. Por ejemplo, lo que producía Gran Bretaña no se
podía vender en el resto de Europa porque allí también se había desarrollado
la industria. Por lo tanto, las potencias salieron a buscar nuevos mercados
en donde colocar la producción. Otro aspecto económico estuvo en
la necesidad de colocar capitales fuera de Europa, ya que después de la
crisis de 1873, se cobraban altos intereses por las inversiones en ese continente.
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